Recordada entre las sombras, se miraba ante el espejo con inquietante desprecio. Yo, acompañado por su libro favorito: Luces y Sombras y su café medio helado, yacía recostado en su cama, contemplándola a medio vestir, mirando a veces el cantar de los pájaros en el balcón de su reino, era preciosa, la viva imagen de la vida, mi vida. Hermosa por fuera, amarga en ocasiones por dentro, pero era ella. La que daba media vuelta a mi mundo, la que me decía te quiero cada noche, el compás de mi corazón, la orgullosa de mí, ella.
-Tú, me despiertas el deseo de amar.
-Eres la mariposa que revolotea cada día por mi cabeza.
Esperándola a mi lado, volaba en la habitación, dejando su perfume más caro y el que más me gustaba.
-Ángela, te he dicho que eres la persona más compleja que he conocido y a la vez la más interesante y amada?
-Nunca me lo has dicho Thomas.
-Suena irónico decirlo y más viniendo de ti jaja.
-Lo sé pero me encanta la cara de perplejo que pones sólo de pensar que niego una verdad que importa mucho.
Era mía, mi duende cobarde y contestón, mi mansa y ardiente mujer...
-Eres como el viento, allá donde estés, estaré.
-Primero tendrás que encontrarme querido.
-Dime dónde y voy.
-No, si me buscas, no me encuentres, me perdí al final del camino, esperando.
-Esperando?
-A ti Thom.
Y en esas palabras me dejó apenado con un beso largo y tendido que reclamaba algo más, yéndose entonces con ella la bruma de embrujo que emanaba, dejándose como no, su querido carmín abierto.
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