Un señor se ha ido, dejando libre mi camino de soledad. Se ha ido, acompañando mis sentimientos bajo su tumba, su fría y atormentada tumba. Sí, claro que atormentada. Él sabrá las veces que he pecado por él y llorado, cuando todas las tardes me robaba el alma dándome en falso amor. Él sabrá las veces que quise morir por él mientras él se reía en mi cara, como la tonta de barrio que era. Su tonta cría. Tenía un corazón de hierro, de hielo y agua congelada. Pero, eso él no lo aguantó, se lo llevó a la muerte con todo su cargo de conciencia por cómo me dejó. Desplumada, dolorida, cuando al fin parecía que todo florecía, todo lo que intenté construir cayó en pedazos, pagando un precio justo. Arrevatándole su vida, su asquerosa vida. Fue torturado, me daba pena, pero se lo merecía. No se lo pagué yo, sino el tiempo que es justo y sabio. Solo intentó salvarlo mi amor, mi incrédulo y despreciado amor, que aun así se convirtió en trizas.
re-nacer, re-hacerse ante la violencia de todo este mundo
23 jul 2013
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