Desconocidas caras son las que se miran,
parecen que se tocan,
que tienen fecha de caducidad en sus manos.
Como si fueran armas letales sus ojos,
ojos que ya se han visto y oído.
Que se sienten,
que saben como son.
Son extraños al amanecer,
después de su revolcada noche,
de testigos lunares,
de sábanas calientes.
Parecen amantes.
(al borde del precipicio)
No son amor,
ni tampoco dolencia.
Son extraños que se miran con complacido conocimiento.
¿Porqué no se juntan?
¿Porqué ya no se tocan por todas partes?
¿Porqué no se hacen el amor entre ellos?
¿Porqué no vuelan ni huyen?
¿Porqué se les apagó el cariño?
Qué pasó,
pasaron las ganas de sentirse,
las ganas de tropezarse, atolondrarse,
de enamorarse, de reírse, de abrazarse.
Pasaron sus lágrimas,
como pasaron aquellas noches.
Se dejaron perder,
se dejaron vencer.
Se han convertido en extraños, no se hablan,
ya parece que no se quieren ni en sombras.
No se cogen de las manos, ni se acarician los brazos,
ni tienen esas promesas que se otorgan los amantes
en la madrugada, antes de la luz.
Si, la luz del día les cegó,
fueron de la noche,
y la noche acabó con ellos,
convirtiéndolos en puros extraños,
que no se pertenecen.
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