Suena a elegía o a réquiem esto que se infunde entre nosotras,
donde por nuestras calles pasa la libertad
y la diversión huye de las esquinas.
El corte de nuestras manos se pronuncia
en palabras no dichas
y en un contacto nulo.
Se canaliza el vacío mutuo
de nuestras existencias
en un mundo temporal,
que no es más que un testigo
de nuestra despedida.
Sientes como se te apaga mi cara
cada vez que abres los ojos.
Recuerdas esas risas y no son más
que nítidos volteos al pasado.
Que se redoblan y giran sobre tus pies
como si fueran ayer.
Un pasado, en el que nuestra amistad
ya no persigue este presente
que se nos acaba.
Para volver a empezar de nuevo,
solas, sin revivir nuestras caras,
sin ser vistas de lejos.
Perdidas entre la marea de gente
que algún día nos verá caer
en el olvido.