Un paraíso otoñal se proyecta ante mis ojos cerrados.
Bailo, pasito a pasito, avanzo guiada por la brisa de un incipiente invierno.
Me quedo quieta y siento que mi pecho recupera las ganas de vivir,
ya no desaparecen bajo las sábanas frías de verano.
Sólo quiero mirar aquello que tengo delante,
ir construyéndolo con mis manos,
haciendo camino sin dejar la huella muy profunda,
sin pertenecer a nadie.
Sólo a mi y a mi destino cruzado.
Cruces de caminos hacen mis pies,
andando la telaraña que se forma cada vez más
de esperanza y sueños.
Por una encrucijada estuve,
por un abismo caí
y por un agujero negro salí.
Tocando fondo sin ser vista.
Pero, la telaraña que con mi propia iniciativa
realicé, se hizo y seguirá haciéndose.
Ahora ya puedo decir que ya no más,
que todo tiene un tope,
hasta yo misma.
Y que la libertad no se paga con ningún precio
si yo pongo las riendas antes de empezar.
El paraíso otoñal me persigue,
los cielos de invierno se abren para mí
y ya me siento como en casa.
En paz y tranquila.