Creo que ha sonado a despedida nuestra última conversación,
unas lánguidas palabras que concluyen tristemente nuestra relación.
Después de meses dedicando la voz, dedicando las palabras en la noche.
Albergando sentimientos no encontrados, no juntos ni iguales.
Albergando ilusiones diferentes, y distintas esperanzas.
Pasado el tiempo, acabaste sólo cogiendo mi mano cuando te embargaba la tristeza,
¿por qué? te preguntabas, ¿por qué solo cuando estabas triste?
Esa pregunta terminó de concluir mis expectativas y pensamientos.
Era hora de marcharse, quizás para volver, quizás para dejarte atrás.
Pero eso sí, para ya no ser lo mismo.
La paciencia agotó el sentimiento, el cariño.
La incertidumbre culminó en un sufrimiento muerto.
Y ya está bien. Desperté, mi mente despertó, yo he despertado de la ceguera
y la vana esperanza.
Anuncio que siento, que siento todo este tiempo, aquí en mi corazón,
empezaste a formar parte de mí, pero quizás yo nunca fui de ti.
Entonces, mis labios dejan de pronunciar, porque ya reconocí que todos mis
ases están demasiados perdidos para volverlos a encontrar.
Me voy, entera y derecha, liberada, porque es un adiós grato, sólo hay lástima,
te tengo cariño, pero no sufro..
Rescato los recuerdos, mis recuerdos contigo, hasta que un día se olviden,
hasta que sólo sepa tu nombre.
De todas formas, mi tiempo, tu tiempo vuelan como una canción, y lo curarán todo.
Creo que va siendo hora de abrir los ojos, mirar con la sinceridad por delante.
Ser imparcial y neutral.