En este compás tan lento de piano, nos dijimos te quiero, nos prometimos vida, quizás nos dejamos en mi cama.
Mis labios, tus labios, nuestros fantasmas del ayer que recorren un futuro.
Y a este compás de piano nos mecemos muriendo, llorando. Porque cuando me miras un precipio acostado se rinde ante mis pies.
Sangre bañada en ti respiro, roces salvajes añoro, que cuando me tocas mi mundo se para, que cuando me acaricias no existe ni mi sombra ni mi alma. Eres una ilusión que me convierte en realidad. Un hecho del que no puedo escapar, sino es rozando los dedos del demonio.
Que me lleva al mismo cielo o infierno.
Porque Satanás nació con tu rostro y un ángel se posó en tu aura, quemando mi cordura, fundiendo tu cuerpo con el mío. Decidí aceptar que tus besos saben a miel cuando besan cada poro de mi piel. Que tu sombra se tiñe de rojo y emana calor a través de tu ser... (Mordiéndonos todo es más bonito). Ni el mismo diablo me estremece como cuando te posees de mí, que en este baile el ángel se enfurece, porque el demonio se viste de seda y me inyecta su veneno en lo más profundo de mí, haciéndome suya.
Y en este baile solo el piano, solo tu.