Un reflejo de la realidad a la que temía...
Cuentan que era vieja e innecesaria, una sociedad de
la que todo hablaba y evitaba,
su contraste entre quejidos y risas, llantos y sonrisas,
envidiaba la paz y armonía.
Días que pasan, noches que vienen, sigo consolada
entre la bruma del amanecer,
entre el arrollo y los páramos.
Mi pelo al viento, la estela del fuego,
mis brazos pétreos, marfileños contra el agua se entumecían con
cada invierno
y cada primavera fresca, mi cara para ti
es desconocida,
pero solo mis ojos te dirán lo que algún día será cierto.
Sigo ida en mi mente, acompañada por el canto de los pájaros,
reconfortada por la seguridad de aquel lugar.
Sigo pensando que no dependo de nadie, que solo somos estorbos que
algún día recapacitarán y pedirán perdón.
Que nos encontraremos en el final de lo que nada se arregla,
autodestruyéndonos con porquerías y palabras vulgares sin sentido alguno.
No miro atrás, no quiero hacerme daño por un pasado que ya no va a volver,
no quiero mirar al futuro sin saber lo que va a venir.
Fijé mi vida en un propio sueño, en mi propio bienestar,
felicidad, pero me lo arrebataron con cada no del sonido de sus voces.
Siempre es así y entonces se me quitan las ganas de vivir e ilusionarme, de contar días para que llegue...
Casi me estoy durmiendo dejándome llevar,
noto que alguien me arropa entre sus brazos, sus manos cálidas
acarician mi mejilla, aquella sensación me conmueve, sé donde estoy,
si miras mis ojos sabrás de lo que hablo.
La muerte arrastra penas y sufrimiento pero si no se vuelve es por algo.